jueves, 12 de febrero de 2015

Garcilaso de la Vega



Cuando me paro a contemplar mi estado 
y a ver los pasos por dó me ha traído, 
hallo, según por do anduve perdido, 
que a mayor mal pudiera haber llegado; 

mas cuando del camino estoy olvidado, 
a tanto mal no sé por dó he venido: 
sé que me acabo, y mas he yo sentido 
ver acabar conmigo mi cuidado. 

Yo acabaré, que me entregué sin arte 
a quien sabrá perderme y acabarme, 
si quisiere, y aun sabrá querello: 

que pues mi voluntad puede matarme, 
la suya, que no es tanto de mi parte, 
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?

II

En fin, a vuestras manos he venido, 
do sé que he de morir tan apretado, 
que aun aliviar con quejas mi cuidado, 
como remedio, me es ya defendido; 

mi vida no sé en qué se ha sostenido, 
si no es en haber sido yo guardado 
para que sólo en mí fuese probado 
cuanto corta una espada en un rendido. 

Mis lágrimas han sido derramadas 
donde la sequedad y la aspereza 
dieron mal fruto dellas y mi suerte: 

¡basten las que por vos tengo lloradas; 
no os venguéis más de mí con mi flaqueza; 
allá os vengad, señora, con mi muerte!


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