Me quieres por ser triste y por mayor.
Me quieres pues no tienes aun edad
para llevar a una mujer a misa.
Te permito morder, lamer, sanar.
Me pides que te muerda, y al besarte,
te pinte mi boquita de labial.
Te dejo susurrarme en el oído
lo que otro día a otra le dirás:
"¡Ay, triste mía, mía, sólo mía!"
El amor como el vino habla demás.
Ninguno como tú, entre todos dios.
Te enseño a ser varón y te me das.
Aprende niño hermoso que el amor
lleva en su tibia sangre la maldad.
Delfina Acos