sábado, 7 de octubre de 2017

Emily Dickinson Yo tenía una guinea de oro.



Yo tenía una guinea de oro;
La perdí en la arena,
y aunque la suma era simple
y las libras estaban por tierra,
aún así, tenía tal valor
a mis ojos, frugal,
que cuando no pude encontrarla
me senté a suspirar.
Yo tenía un petirrojo carmesí,
que cantó muchas veces el día entero.
Pero cuando los bosques fueron pintados,
él también voló lejos.
El tiempo me ha traído otros petirrojos,
sus baladas fueron las mismas.
Sin embargo me falta mi trovador,
Yo mantuve la casa "amarrada".
Yo tenía una estrella en el cielo,
Pléyade era su nombre.
Y cuando no le estaba prestando atención,
se perdió del mismo.
Y aunque los cielos están llenos de ellas,
y resplandecen toda la noche,
no me importa,
puesto que ninguna de ellas es mía.
Mi historia tiene una moraleja:
Tengo un amigo perdido,
su nombre es Pléyade, y petirrojo,
Y guinea en la arena.
Y cuando esta cancioncilla triste,
acompañada de lágrimas,
se encuentre el ojo del traidor,
en un país lejos de aquí,
hará que el arrepentimiento solemne
pueda apoderarse de su mente.
Y él ningún consuelo bajo el sol
puede hallar.
Podría estar más sola:
Podría estar más sola sin la soledad,
estoy tan acostumbrada a mi destino,
tal vez la otra- La Paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de Él.
No estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento.
Sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul península,
perecer de deleite.


Marco Antonio Campos Contradictio

Contradictio


El ajedrez de la muerte 
se quedó en una pieza

Arrojo los naipes, trémulo, incendiado 
y no dicen mi suerte

Y tuve una bestia de orgullo 
que arrastró mi bestia

Moribunda, 
una mujer pasea triste, descalza en la calle

Y es tarde para ser otro hombre
Salgo de mi casa, pontífice, ajeno, 
con el crucifijo -una mujer- 
colgado en mi tristeza

Si regreso, Señor 
quiero ser otro pero no Campos

¿Para qué vivir agarrado como loco al reloj?
Ya la gula de vivir se detuvo en mi garganta 
Y mísera mi perra más odiada fue la angustia

Pero, Señor, yo converso en voz alta, 
en voz baja converso, sí, 
cosa distinta es que no oigas

Antes, en otro océano, 
arrepentí, modifiqué el pasado

Y tus ojos caminaron tristes, inmensos, 
en las páginas de mis libros

Mañana partiré, me iré del todo 
Aunque hoy puedo decir: 
tengo amigos, no amo a mujer alguna, 
el tétano del sol duerme en la ciudad de México.