sábado, 30 de diciembre de 2017

Hombres descalzos Ana Inés Bonnin

Hombres descalzos

Grávida luz, me hiere tu silencio;
quéjate, grita, rómpeme la sangre
con un feroz escalofrío.
Será la muerte, sí, pero no importa.
¡Morir hasta que el mundo resucite!
Morir hasta que sean en el mundo
los hombres recorriéndolo descalzos:
¡la humanidad por fin enriquecida!

Hombres descalzos;
por su planta desnuda, justos, buenos.
Hombres que al ir andando en carne viva.
sintieran el dolor de cada hombre
latir en cada piedra que rozaran;
sintieran cada gota de rocío
temblar a cada sed, a cada lágrima,
morir a cada muerte, y gota a gota,
encadenando así nuevos rocíos.

Hombres descalzos;
por su planta desnuda,
sobre la tierra lentos y seguros,
como una enredadera sorprendente,
como si Dios sus águilas postrase,
y fueran en el mundo las palomas.




martes, 19 de diciembre de 2017

Roque Daltón, como la siempreviva

Como la siempreviva
Mi poesía
es como la siempreviva
paga su precio
a la existencia
en término de asperidad.
Entre las piedras y el fuego,
frente a la tempestad
o en medio de la sequía,
por sobre las banderas
del odio necesario
y el hermosísimo empuje
de la cólera,
la flor de mi poesía busca siempre
el aire,
el humus,
la savia,
el sol,
de la ternura.


jueves, 14 de diciembre de 2017

Poema de Pablo Neruda

Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo.
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
Apegada a mis brazos como una enredadera,
las hojas recogían tu voz lenta y en calma.
Hoguera de estupor en que mi sed ardía.
Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma.
Siento viajar tus ojos y es distante el otoño:
boina gris, voz de pájaro y corazón de casa
hacia donde emigraban mis profundos anhelos
y caían mis besos alegres como brasas.
Cielo desde un navío. Campo desde los cerros.
Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma!
Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos.
Hojas secas de otoño giraban en tu alma.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

SHERTAT Y SU MAMÁ

Un buen día Shertat se encontraba en la jaima con su madre. Ese día tenía aún más hambre de lo habitual y le rondaba por la cabeza la imagen de una oveja para comerla. Fijándose mucho en su madre, empezó a verla con aspecto de oveja. Shertat la miró fijamente a los ojos y le dijo, "mamá, mamá, tus ojos parecen a los ojos de una oveja". Y la madre respondió, sabiendo que Shertat estaba hambriento, "mis ojos no parecen en nada a los de una oveja pero si quieres comerme, cómeme". Y Shertat, se la comió. Alba rió con ganas pidiendo a su amigo que siguiera con más historias del glotón. Mahmud removió las brasas para hacer más luz, y después de unos instantes de reflexión prosiguió con más cuentos.                                                   

II-    SHERTAT Y EL ABORTO DE LA CAMELLA

Shertat iba caminando como siempre en busca de comida. De repente se encontró las huellas de un rebaño de camellos que se dirigían en busca de agua. Es habitual que en un rebaño grande siempre haya algún slah (aborto) entre las camellas. Shertat no quería esta vez un aborto como cena sino que estaba buscando un joven y sabroso camello. Caminaba y caminaba tras las huellas del apresurado ganado hasta que se encontró con un aborto de camella. Se paró y dio varias vueltas alrededor mirándole con delirio. Sin embargo, Shertat exclamó: "¡Qué tonto soy!. Entre tantos tiernos camellos, ¿voy a comerme un aborto? No, seguiré tras ellos".
Pasó toda la noche caminando en busca del ganado. Amaneciendo, no podía más de hambre y el ganado aún estaba muy lejos. Shertat se paró, y miró hacia atrás, recordando el slah que se había dejado y se lamentó: "Más vale cenar un aborto que quedarse una noche sin cena en el desierto". Shertat volvió sobre sus pasos y se comió el slah.

III-    SHERTAT Y EL ODRE

Una noche Shertat dormía en la jaima de su suegra, con su mujer, sus niños y el resto de la familia, después de haber disfrutado de una copiosa cena típica beduina. La manteca de oveja, el bulgman de cebada y la leche recién ordeñada de las camellas habían dejado a toda la familia satisfecha. La suegra solía guardar comida en el interior de la jaima. La colocaba, al estilo beduino, en lo alto de los palos que sostenían la jaima, donde no podían llegar los niños
Durante la cena, Shertat miraba de vez en cuando hacia arriba, donde estaba colgado un odre lleno de leche y manteca pero, por respeto a la suegra, no quería pedir que lo bajaran. Cuando se fueron a dormir, Shertat boca arriba miraba fijamente el odre, pensando en la forma de comer la manteca y beber la leche sin que nadie se enterara. De repente, ya no pudo aguantar más la tentación y decidió subir a través de los palos hasta lo alto de la jaima. Agarró el odre para abrirlo, y cuando empezaba a disfrutar del festín la cuerda que lo sostenía se desató, y Shertat gritó mientras se abalanzaba hacia la familia, "¡Yeitcum, yeitcum ana ue shicua!", "Vengo, vengo, vengo yo y el odre". 

 

IV-    SHERTAT Y LA MANTA

En la sociedad beduina saharaui era muy apreciada una manta de piel de cordero lechal, llamada elfaru en hassania, la lengua de los saharauis.
Una noche Shertat dormía con su familia, arropados todos con un faru, tan grande que cubría a todos los habitantes de la jaima. Habían cenado copiosamente y, después de dar gracias a Aláh por haberles proporcionado tan ricos platos, se fueron a dormir. Shertat se despertó en medio de la noche con mucha hambre. No sabiendo que comer, empezó a mordisquear el trozo de elfaru que le tapaba. Lo encontró muy rico y siguió comiéndolo hasta llegar a la parte que cubría a la suegra. Ahí se paró por temor a despertarla y quedar en vergüenza por lo que había hecho. Pero Shertat no estaba aún satisfecho y recordó que por la mañana había dejado en el campo un camello muerto. Decidió ir a buscarlo, mientras los pastores dormían.
Por la mañana, la familia despertó y se encontró que de elfaru sólo quedaba la parte que cubría a la suegra. Sorprendidos, empezaron a buscar a Shertat siguiendo sus huellas. Finalmente lo encontraron dormido profundamente rodeado de los restos del camello que había devorado. La familia despertó a Shertat. "¿Qué haces aquí?". Y Shertat respondió, "¡Qué vergüenza, que mal duermo!. Estuve toda la noche dando vueltas y amanecí aquí". 

 

V-    SHERTAT Y LOS LECHALES

En el pastoreo de la vida beduina, los lechales (eljirfan) no solían salir a pastar con el ganado grande. Los corderos se quedaban al lado de las jaimas de sus dueños, mientras los niños los vigilaban y ellos aprendían a pastar con las tiernas hierbecitas que rodeaban las jaimas. A veces los lechales se salían de los límites de sus dueños y molestaban a las jaimas vecinas. Entonces los niños avisaban a la madre de la familia para que los sacaran de allí y los llevaran a los corrales.
Un buen día, Shertat, en busca de comida como siempre, encontró unos deliciosos lechales pastando cerca de su jaima. Se abalanzó sobre ellos y empezó a perseguirles. Los corderitos alcanzaron a toda prisa la jaima de sus dueños, muertos de miedo. Shertat en su loca carrera tras ellos no se dio cuenta hasta que se encontró en el interior de la jaima. Entonces reaccionó, ante los sorprendidos dueños, diciendo "¡Eh, cuidad vuestros lechales que nos están molestando!".





martes, 5 de diciembre de 2017

LUIS G. URBINA



METAMORFOSIS
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso, que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

PERLAS
Como al fondo del mar baja
el buzo en busca de perlas,
la inspiración baja a veces
al fondo de mis tristezas
para recoger estrofas
empapadas con mis penas.
Y en cada uno de mis versos
viven, con vida siniestra,
mis deseos, mis temores,
mis dudas y mis creencias
¡Qué mucho que yo los ame!
¡Qué mucho que yo los lea,
si son hojas arrancadas
al libro de mi existencia!
Cuando en mi obscura memoria
la frase brillando queda,
como en un jirón de nube
el reflejo de una estrella,
es porque bajó tan hondo
la inspiración a cogerala,
que en esa frase palpita
el corazón del poeta.
Siempre que a soñar me pongo
encantadoras quimeras,
imposibles ideales,
seres de extraña belleza
que habitan en luminosas
arquitecturas aéreas;
formas que flotan aisladas
y diáfanas, y serenas,
como los ángles blancos
de la Divina Comedia,
la realidad de la vida,
inflexible, me despierta,
y quedo confuso y triste
sintiendo angustias supremas,
como esas aves que huyen
en busca de primavera
y en alta mar las sorprende
el furor de la tormenta.
Entonces escribo, escribo
con una ternura inmensa,
que sólo cuando hago versos
el alma llora y se queja,
y la inspiración se hunde
en el mar de las tristezas
para recoger estrofas
empapadas en mis penas.
Y sin embargo, en el fondo,
Cuántos dolores se quedan
sin expresión, tan intensos
que no caben en la idea,
porque son, deseos vagos,
aspiraciones inmensas,
alas que exploran espacios,
sueños de cosas eternas,
nostalgias de extraños mundos,
citas de lo que no llega...
La inspiración es un buzo
que no ha pescado esas perlas.