martes, 12 de abril de 2016

En el salón


       Los faroles apenas tenían las sombras 
esa noche “aún no sé si en verdad sucedió”, 
pero no olvidaré aquellas lívidas nubes 
que incendiaban las llamas finales del sol. 

       Me senté en la sala colmada de gente. 
Lejos, los violines hablaban de amor. 
Te envié una rosa de fuego en un vaso 
de vino de Aí, rubio como el sol. 

       Me miraste. Encontré tu mirada altanera. 
Insolente y confuso hacia ti me incliné. 
Te volviste al oído de tu caballero 
y dijiste mordaz: ... “y él me adora también”. 

       Resonaron las cuerdas de pronto en la sala; 
los arcos vibraron apasionadamente... 
pero fuiste mía, lo vi en tu desdén joven 
y en el temblor pequeño de tu mano breve. 

       Te alzaste fugaz como un ave asustada; 
pasaste a mi lado, leve como un sueño; 
flotó tu perfume, entornaste los ojos 
y llenas de alarma tus sedas crujieron. 

       Vi que tus miradas desde los espejos 
decían: “recíbelas, que tuyas son...” 
Temblaba el collar al bailar la gitana 
que estaba cantándole al alba de amor. 


Alexander Bok


http://www.poesiascortas.htm

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