jueves, 10 de mayo de 2018

Nicolás del Hierro

AL BORDE CASI


Nos pusieron descalzos en la tierra
y quemaba, quemaba como suele
quemarnos el dolor, pero algo así
como un dolor sin sitio destinado.
Andábamos, pequeños, tristes, solos,
con la llaga en el alma, por las calles
sin nombres aprendidos todavía.

(Porque andábamos todos en la noche
aunque quemaba el suelo). 
Algunas veces
nos parecía hallar en las aceras
un poco de bondad, y descansábamos...
Pero llegaban otros enseguida,
con los mismos derechos, y era inútil
pedirle mayor bien a los espacios.
Se diría, pensando, que el Planeta
se desprendió del sol con nuestro tiempo
y nos era imposible el habitarlo:
abrasaba el ambiente, no dolía
con un dolor sin sitio destinado.
Y parecía, a trechos, que acababa
la luz eternamente...
Sin embargo,
el agua fue cayendo gota a gota
y descansaba el pie. 
Un resplandor
anunciaba distintas claridades
cuando inició la alondra el primer vuelo...

...y andábamos, estábamos perdidos
al borde casi de la misma luz.

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    al borde casi de la misma luz.<br />
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